FIESTA DE LA MATERNIDAD DE MARIA
Lucas 2, 16-21
A los ocho días del Nacimiento, y comenzando el nuevo año, la Iglesia con esta fiesta nos hace meditar en el misterio de que una simple mujer de la tierra es verdaderamente la Madre de Dios.
Ciertamente que es un misterio grande, casi increíble, que una mujer gestara en su vientre, como se gestan durante nueve meses todos los seres humanos, un ser especial que es verdadero Dios y verdadero hombre. Misterio tan grande, demasiado grande para algunos intelectuales. Y por eso desde la antigüedad hubo quienes quisieron diluir el misterio y hacerlo razonable, usando más agudeza que fe; y por eso negaban o bien la humanidad verdadera de Jesucristo, o bien la divinidad; con lo que María no sería en realidad la Madre de Dios. Pero el Concilio de Efeso salió al paso a todos estos errores, y proclamó solemnemente la Maternidad Divina de María. Hoy celebramos su fiesta. Y es tan importante esta enseñanza (esta realidad) que si María no fuera verdaderamente la Madre de Dios, Jesucristo no sería de verdad a la vez Dios y hombre; y si Jesucristo no fuera en realidad y a la vez Dios y hombre, su Redención no habría tenido el valor salvador para toda la humanidad. Así es que todo ese plan de salvación de Dios viene concatenado estrechamente con esta realidad hermosa e increíble: María, la simple mujer nazarena, es la Madre de Dios. Y por eso la celebramos con toda la alegría de la Navidad.
Porque la Iglesia nos la trae en este Tiempo de Navidad, precisamente por eso, porque quiere simultáneamente subrayar la realidad humana y divina de Cristo. Lo que ha nacido en Belén, y que fue concebido por María, es de verdad hombre y Dios. Este privilegio de María va unido indisolublemente con el misterio de la Encarnación. Y es muy importante en toda la tradición de la Iglesia, en toda su enseñanza espiritual, destacar la realidad tangible y humana del Hijo de Dios. Ha habido constantes desviaciones espiritualistas, que se quieren olvidar de la materialidad del Cuerpo de Cristo (y de su total humanidad), por una pretendida reverencia superior, que olvida la grandiosa misericordia del Señor que quiso hacerse un niñito indefenso en brazos de su Madre.
Por otra parte este misterio nos hace una invitación a imaginar cuáles serían las relaciones entre Madre e Hijo, desde el Nacimiento, hasta que se separaron, cuando Jesús tuvo que comenzar su predicación activa. Podemos preguntarnos ¿sería María la primera que le enseñó a Jesús a recitar los salmos? ¿sería Ella la que le contaría con lenguaje infantil las misericordias de Dios con su Pueblo escogido?,¿cómo le contaría las historias de la creación, de Moisés, todos los momentos de la historia de su pueblo? Y en lo humano, ¿cuántos de los rasgos que Jesús muestra en el Evangelio serían aprendidos en la convivencia con su Madre? ¿Podríamos hacer un retrato del carácter de María a través de los rasgos que muestra Jesús? En el Evangelio hay varias indicaciones que nos hacen pensar en una educación progresiva de Jesús en el hogar de Nazareth: «Jesús crecía en sabiduría y en gracia». Esto es iba aprendiendo progresivamente, se iba desarrollando en lo humano, su carácter se iba asentando y adquiriendo los rasgos que marcarían su personalidad de adulto. y si se iba desarrollando en el hogar de Nazareth ¿no es obvio pensar que María contribuía de forma especial a este desarrollo?
También es consolador para nosotros que el Año Nuevo que Dios nos regala, comience con esta fiesta, la de María nuestra Madre. Es una buena protección, una manera segura de comenzar el Año, de seguir la vida. Y con su protección, con su cuidado de nosotros, podremos pronosticarnos un Año de Bendición de Dios. «Mientras recorres la vida, tú nunca sólo estás, contigo, por el camino, Santa María va. Ven con nosotros a caminar: Santa María, VEN»: es lo que le pedimos a Ella en su fiesta en este comienzo del Año Nuevo.
También es importante que reflexionemos personalmente en la bendición que leemos en la primera lectura, tomada del libro de los Números (Num 6, 22-27):
El Señor te bendiga y te guarde,
ilumine su rostro sobre ti y te sea propicio,
El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz.
Dios nos regala el tiempo, nos regala otra vez un año entero para que sepamos repartir nuestro tiempo en nuestros hermanos.