Mateo 17 1-9
Esta narración de la Transfiguración del Señor en el monte Tabor, nos hace reflexionar sobre varios aspectos de la figura de Jesús, y de su plan de salvación.
La primera pregunta que nos suscita esta narración de la transfiguración, es por qué la Iglesia la propone dentro de la Cuaresma, tiempo de penitencia, tiempo de preparación para la Pasión; aunque es verdad que, como si estuviera arrepentida de haberla metido dentro de la cuaresma, le dedica después en el mes de agosto, una fiesta especial. No deja de producir un contraste lo resplandeciente de los vestidos de Jesús transfigurado, con el color intensamente morado de los ornamentos litúrgicos que se usan en la Cuaresma. Quiere con esto decirnos la Iglesia que no perdamos de vista el sentido total y completo de la Cuaresma y de todo el Misterio cristiano; detrás del sufrimiento, y de la austeridad, lo fundamental es el triunfo y la alegría; el color más cristiano es el del resplandor.
Además hay que seguir preguntando por qué un asunto tan significativo en la vida de Jesús, de tanta fuerza (que contrasta con todas sus actuaciones ordinarias, tan alejadas de lo fantástico) se haga casi a escondidas: tiene lugar en un cerro apartado, y quedan excluidos de participar en la experiencia casi todos los apóstoles; sólo acompañan a Jesús tres de ellos. Y además hay al final de la narración una indicación terminante de Jesús: “no cuenten a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos”.
La razón de esto ¿cuál es? Podemos suponer que Jesús, por una parte no quería dejar su realidad de hombre entre los hombres, viviendo con todas nuestras limitaciones, pero por otra parte dentro del proceso lento y progresivo de revelar su divinidad al mundo, y especialmente a los apóstoles, quería manifestar un poco más de su misterio (¡qué maravilla es el misterio interior de Jesús!). Pero aún siendo un avance en la revelación de su misterio, en este momento debe entenderse como una excepción. Pero una excepción llena de significado.
Además, en este acontecimiento seguramente Jesús quiere adelantarse al derrumbe que van a sufrir sus apóstoles, cuando vean al querido Maestro preso, condenado y crucificado. Al menos a tres de ellos quiso darles un testimonio anticipado de lo que sería la misma resurrección; aunque, como sabemos, cuando llegó el momento, ni los tres testigos de la transfiguración mantuvieron la fe cuando Jesús muere en la cruz.
Otro aspecto importante de la transfiguración, es la aparición de los dos personajes centrales del Antiguo Testamento, a los lados de Jesús, Moisés y Elías. Estos representan los dos momentos más importantes de la religión judía, del Antiguo Testamento: Moisés representa la Ley de Dios, el Pacto del Sinaí, y Elías representa a los profetas, la voz de Dios que guió personalmente a su pueblo, durante toda su existencia como pueblo establecido ya en Palestina. Cuando los judíos hablaban de sus escritos santos, de lo que era la esencia de su religión, hablaban de la Ley y los Profetas (Moisés y Elías). Aparece Jesús en el lugar de preferencia, en el centro, para subrayar claramente que tanto la Ley, como los Profetas, estuvieron en función de El. Que todo lo dicho y hecho en el A.T. viene a tener a Jesús como centro y cumplimiento.
Finalmente este pasaje, que está conectado con el hecho de la Redención misma (San Lucas especifica que Jesús conversaba con Moisés y Elías de su Pascua). Es un signo que ayuda a descubrir el sentido mismo de la Pasión. Por eso mismo lo pone la Iglesia como lectura en plena Cuaresma (que es el camino hacia la Semana Santa). Para que sepamos que la Pasión y la Muerte de Jesús, tienen un significado luminoso, porque desde ahí aparecerá la gloria del Señor en todo el esplendor de la Resurrección. La muerte del Señor es la fiesta de la Vida, la llave que abre las fuentes de la Vida. Y por eso la Transfiguración nos ayuda a entender de verdad la Cuaresma.