DOMINGO V
del Tiempo Ordinario

Lucas, 5, 1-11

En esta narración del milagro de la pesca milagrosa el evangelista San Lucas quiere destacar la vocación de los primeros apóstoles, como fruto del milagro. La intención de San Lucas va más a señalar la vocación y el seguimiento a Jesús que el hecho milagroso en sí. Una cosa que conviene destacar de manera especial y en la que es importante profundizar, porque nosotros tendemos más a fijarnos en lo prodigioso que en su significado y sus consecuencias; que es como si uno se fijase en un libro más en la encuadernación, que en lo que tiene escrito dentro.

Así que Jesús hace el milagro para que los apóstoles crezcan en la convicción de seguirle, seguirle como Maestro. Y para llegar a este seguimiento incondicional, Jesús hará el milagro de la pesca milagrosa. Lucas estructura el milagro con una progresión de pasos: forma una especie de escalera ascendente, para que al llegar arriba quedemos deslumbrados por el mensaje, el llamamiento; todo va preparado con cuidado y gradualmente.

El primer peldaño de este milagro es una noche infructuosa de pesca: «nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada». La experiencia de impotencia, de una carencia y de una indigencia total con frecuencia es una preparación para un llamamiento. Así está uno preparado para percibir el milagro como una acción de Dios. Y muchas veces todos hemos experimentado esta total impotencia en algunas situaciones, momentos llenos de problemas, situaciones hostiles, que no podemos dominar. Y cuando tenemos esta experiencia de nuestra impotencia, y de la necesidad absoluta que tenemos de Dios, entonces es cuando mejor preparados estamos para recibir sus dones.

El segundo peldaño es el mandato de Jesús, y la obediencia de los apóstoles a ese mandato: «por tu palabra, echaré las redes». Hay que notar que este mandato de Jesús no parecía muy lógico: unos pescadores ¿cómo iban a recibir un consejo de alguien que no entendía de pesca?. Además se han pasado la noche (el mejor tiempo para pescar) sin éxito y ahora Alguien les dice que tienen que echar las redes cuando es de día (momento menos apropiado). Pero es verdad que cuando la situación se nos escapa de las manos, después de muchos intentos infructuosos, es cuando estamos dispuestos a escuchar y hacer la voluntad de Dios. Es imprescindible ser dóciles, aunque esta docilidad venga como resultado de nuestra derrota o de nuestro fracaso. En cuántos milagros de Jesús, el destinatario tiene que sufrir primero su total impotencia ante la situación. Para que quede claro que el poder es de Dios.

El tercer peldaño, es que ocurre algo inesperado y desmesurado: «hicieron una redada de peces tan grande, que reventaba la red». La abundancia enorme sustituye ahora a la indigencia anterior; y es tan grande o mayor la abundancia, de lo que fue la indigencia. Lo cual produce en el beneficiario una sorpresa, un asombro, un gran sentido de indignidad, a través de la cual se descubre la nueva realidad: la fe. Esta fe es el cuarto peldaño de esta ascensión. Y cuando se da este cuarto paso, ya la persona está preparada para la transformación.

Esta transformación es la meta del Señor en este signo: el llamamiento de los apóstoles es una transformación: de pescadores, en pescadores de hombres. Su oficio es tocado por el Señor y convertido en oficio del Reino. Es también una constante en toda la predicación de Jesús la transformación de las realidades humanas: la transformación del pan, del agua, de la levadura, de la siembra. Por la acción de Jesús las realidades de este mundo quedan transformadas en mensaje.

Los apóstoles lo dejan todo para seguir a Jesús. Ya los peces, que era la intención inicial de los pescadores, han quedado atrás. Lo dejan todo porque su corazón se ha llenado de nuevos deseos y de nuevos intereses.