Lucas 18,9-14 Comentario:
La parábola del fariseo y el publicano nos toca directamente a nosotros. Valdría la pena hacernos la pregunta con honestidad: ¿En quién me reconozco yo, en el fariseo o el publicano? ¿Cuál es mi manera de orar? ¿Cuál es mi manera de relacionarme con mis semejantes en la comunidad cristiana? ¿Acaso por ser un fiel practicante miro con ojos de desprecio a quienes no practican como yo, a quiénes no son tan fieles como yo, a quiénes en definitiva no son tan buenos cristianos como yo? Si hago eso, entonces, probablemente mi oración se acerque más a la del fariseo.
En la parábola Jesús nos dice que quien es realmente justificado no es el fariseo que se cree más y mejor, sino aquel que reconoce su pequeñez, su fragilidad y debilidad delante del Señor, porque solo en nuestra debilidad podremos reconocer la grandeza del poder y el amor de Dios. Seamos pues humildes y sencillos, dispuestos a acoger a todos por igual porque todos son hijos de Dios.