Juan 18, 33-37
El Año Litúrgico se cierra con esta gran fiesta: Jesucristo, Rey del Universo. Es una fiesta puesta al final del largo camino del año. Es el último domingo del año litúrgico. Y esto ya va indicando algo del sentido que tiene esta fiesta y que tiene este título de Jesús Rey del Universo. Y para orientarnos en la interpretación de este nombre tan especial de Jesús, la Iglesia nos pone como lectura para que meditemos, este párrafo del Evangelio de San Juan.
Jesús está a punto de ser condenado a muerte, está despojado de todo, abandonado por sus discípulos, y en estas circunstancias admite ser Rey. No podemos dejar de comparar esta situación con otra: la multiplicación de los panes; en ésta El está triunfante, está rodeado de sus discípulos, y de una multitud a la que El ha saciado con los panes y los peces que iban saliendo milagrosamente de sus manos. En ese momento el gentío quiere aclamarlo Rey, y Jesús, después de despedir a sus apóstoles, se aleja de la multitud, y se va sólo al monte a orar. Ahí, en el triunfo no acepta ser proclamado Rey; ahora en cambio, frente a Pilatos, completamente desprotegido y aparentemente derrotado, sí acepta ser el Rey y le dice al que lo juzga: Yo para eso he nacido y para dar testimonio de la verdad. Y ha añadido también que su reino no es de este mundo. Si hubiera aceptado ser proclamado rey en el triunfo de la multiplicación de los panes habría sido como “rey al estilo de este mundo”; en cambio al aceptar que es Rey, cuando está triturado, abandonado de todo esplendor, lleno de golpes, humillado, aparentemente fracasado, entonces sí es de verdad “Rey y no como rey de este mundo”.
O sea que el Señor nos invita a pensar en “otros términos”, sobrepasar los conceptos que tenemos de jefes, poderío, dominio; y que cuando pensemos en Jesús como Rey, pensemos de manera diferente. Por de pronto este nuestro Rey se proclama a sí mismo tal, cuando no tiene poder, ni tiene fuerza (aparentemente); está en contraste con el poderoso gobernador Pilatos. Entonces su forma de reinar no es dominar: la palabra rey ya tiene una característica diferente a la que tiene en nuestro lenguaje ordinario. Su forma de reinar es desde la libertad interior, esa libertad que proporciona la humildad; El nunca será Rey obligando, ni por decretos, ni por coacción; es un Rey que no tiene súbditos, sino amigos. En este sentido también puede decir que su reino no es de este mundo. Se trata de que lo asumamos voluntariamente como Rey.
Por otra parte, al decir que su reino no es de este mundo, quiere decir que no es un rey más dentro de la lista de personas que han sido reyes en la tierra. El trasciende todos los gobiernos y toda la historia de todos los pueblos: El es el culmen y la meta de toda la humanidad. El ha sido puesto por el Padre como culminación: el Alfa y la Omega, Principio y Fin. El modelo según el cual todo fue creado; y así se entiende esa palabra enigmática del Génesis, “la imagen y semejanza”; cuando Dios quiere crear al hombre, dice: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Cristo es la imagen según la cual el hombre ha sido creado. Eso en cuanto al origen del hombre, y por eso también se puede decir que Cristo es el Rey, porque todo depende de El.
Y lo mismo en cuanto al término del mismo hombre y del universo: Jesús es la culminación de la creación: todo apunta a El: es el punto final de la creación; todo aspira y tiende a Jesús, como la meta a la que está dirigida esta creación ascendente. Jesús así no sólo es la culminación del año litúrgico, es la culminación de la historia, de la cual el año litúrgico es una especie de imagen. Jesús es Rey, porque es el primogénito de toda criatura, todo fue creado por El y para El y todo en El subsiste. Por eso Cristo puede decirle a Pilatos: yo soy Rey, para eso he nacido.
Y añade además: he venido para dar testimonio de la verdad. Es otro aspecto de esta realeza de Cristo, que no es de este mundo. El Rey, que lo es por la verdad: la verdad es El; no es sólo que Cristo enseñe la verdad (que sí la enseña), sino que El es la verdad, y todo el que sigue la verdad, lo sigue a El. Este aspecto de la verdad es otra de las señales de su Reino, el que reina por la verdad y el que reina en todos los que están en la verdad. Esto ya nos atañe a nosotros, constatar si estamos en la verdad, o no estamos en la verdad. ¿Dónde hemos cimentado la vida? Si la hemos cimentado en firme cimiento, o sea en la verdad fundamental, estamos fundamentados en Cristo, y así lo aceptamos como nuestro Supremo, como nuestro Rey. El entonces reina por la verdad, y en donde hay un asomo de verdad, ahí está reinando Jesús, que es la verdad, donde toda verdad adquiere su veracidad: todo es verdadero en el sentido en que se oriente a Cristo.
Es una fiesta importante, importante para Jesús, e importante para nosotros. El es el Rey, y lo celebramos especialmente hoy; para nosotros es muy importante celebrarlo, porque nuestra vida vale en la medida que lo tenemos a El, como término de nuestras aspiraciones, y como modelo al cual apuntamos con todos nuestros esfuerzos: Jesús es nuestro Rey, vivamos en la verdad.