Juan 13, 31-35
Jesús en la Ultima Cena se está despidiendo de sus apóstoles y les está dando sus últimas recomendaciones para que cuando El suba al cielo, ellos puedan seguir realizando su misma obra. Y una de estas últimas enseñanzas y muy importante es el Mandamiento Nuevo: les doy un mandamiento nuevo que se amen unos a otros como yo les he amado.
En esto se conocen los discípulos de Jesús, es su marca, el amor. Y esta es la única norma de conducta que El nos quiere dejar. El amor es la motivación que debemos tener en todas nuestras acciones, es la guía de toda nuestra conducta. Pero para que no queden ambigüedades Jesús habla de qué forma hay que amar: amar como El mismo nos ha amado. Ese es el verdadero amor y esa es la medida: nos debemos amar como El nos ha amado. Y es muy necesaria esta referencia porque a veces se llama amor a muchas conductas que en realidad no lo son; la verdad del amor brota de la llaga abierta de su Corazón.
Para saber cómo es el amor de Cristo, podemos abrir el Evangelio y descubrir este amor en cada una de sus páginas. Pero también cada uno de nosotros podría abrir las páginas de su propia vida; y así al descubrir cómo nos ha amado Cristo aprenderíamos cómo debemos amar.
Hay algún paralelo entre esta enseñanza, y la que el mismo Jesús nos dio cuando nos explicaba la conducta del cristiano en el Sermón del Monte: sean perfectos, como el Padre Celestial es perfecto. Nuestro modelo de perfección es Dios mismo; y de la misma manera la meta de un cristiano es imitar a Cristo en el amor, amar como Cristo. Son dos enseñanzas similares: ser perfectos como el Padre Celestial, amar como ama Cristo. Y es que en las entrañas de nuestro ser llevamos el sello de Dios mismo: el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, por eso, hay que hacer todo de la manera que Dios lo haría, para no frustrar nuestra semejanza con Dios, nuestra íntima esencia.
En todo lo que hacemos debemos intentar parecernos a Dios. Y más aún sabiendo por la revelación de Jesús, que Dios mismo, Padre, Hijo y Espíritu Santo, habitan en nuestros corazones.
Hay otra referencia parecida en San Pablo, cuando habla del matrimonio cristiano y dice a los esposos, que amen a sus esposas como Cristo ama a su Iglesia. De nuevo el amor de Cristo como modelo del amor de un cristiano, en esa situación particular del matrimonio.
¿Y cómo ama Cristo? Volvemos a preguntarnos. Habría que recorrer cada uno de los momentos de la vida de Cristo, para descubrir el gran amor con que vivió cada situación de su vida y cada acción que realizó. Su entrega en la Encarnación, ese lanzarse al abismo del anonadamiento, para hacerse semejante a nosotros, y poder así realizar nuestra salvación: y su voluntad de no ahorrarse las etapas de la infancia desvalida, y de la niñez insignificante. ¿Qué necesidad tenía de hacerlo? Tenía un amor infinito que le impulsaba en cada momento. Un amor que se manifiesta en cada milagro, en cada persona que cura. Cuando detiene el cortejo fúnebre del hijo de la viuda de Naím, cuando llora ante la tumba de Lázaro, cuando multiplica los panes, porque le da lástima de esa multitud hambrienta. Todo lo fue desarrollando impulsado por su Corazón.
Y no es necesario detenerse excesivamente en el amor que derrocha en los últimos momentos de su vida, porque en cada escena surge la llama de su amor. Cuando hace el milagro de la Eucaristía, y afirma su voluntad de perpetuarse entre nosotros, de nuevo lo que le mueve es el amor. Cuando está en el Huerto abrumado por una tremenda responsabilidad por haber asumido los pecados del mundo; y sufriendo una angustia mortal. Y todo esto por el amor que me tiene. Así voy poco a poco entendiendo lo que significa eso de les doy un Mandamiento Nuevo, que se amen unos a otros como yo les he amado. Cuando muere en la Cruz, cuando pasa por la oscuridad del sepulcro. Pero incluso cuando resucita, lo que manifiesta es su gran amor. En cada una de las apariciones a sus apóstoles está manifestando ese amor, que lo impulsó siempre. Y que quiere que sea nuestra motivación para actuar en la vida. Y nos hace ver que todo se reduce a eso: sólo nos da un mandamiento, que es Nuevo, porque es su amor convertido en ideal de vida y de conducta, para todo el que quiera seguirle.
Mucho podría cada uno añadir de las muestras personales de amor que nos ha dado Jesús. Meditando en todo eso podremos desentrañar este mandamiento nuevo: ámense unos a otros como yo les he amado.