Jn 20,2-8 | Comentario:
El discípulo al que Jesús amaba es un personaje recurrente en el Evangelio de Juan. Hay quienes dicen que hace referencia directa al autor del Evangelio. Hay quienes dicen que se trata del discípulo hijo de Zebedeo y hermano de Santiago. Y hay quienes dicen que en ese “discípulo amado” nos podemos reconocer todos y cada uno de nosotros. De alguna manera todos somos ese “discípulo amado” que no es mencionado por nombre, todos podemos ponerle nuestro nombre.
El Evangelio de hoy nos narra la llegada de dos discípulos al sepulcro. Y se nos dice que el “discípulo amado” vio y creyó. El discípulo vio sin comprender del todo y al mismo tiempo todo se hizo comprensible porque creyó en lo que el maestro les había dicho, creyó en sus palabras, puso toda su confianza en Jesús y por eso pudo creer, pudo mirar con esperanza que la muerte no tuvo la última palabra. Eso es lo que significa ser discípulo. A eso estamos llamados, a creer.