Cristo resucitado en el cenáculo. Óleo sobre lienzo de Mattia Pretti (1670 aprox.). Museo de Bellas Artes de Sevilla, España

Lucas 24, 35-48

Los apóstoles necesitaban la experiencia de Cristo resucitado. Ellos debían ser la antorcha que iba a iluminar con la fe este mundo que permanecía en la sombra. Y los mismos apóstoles en ese momento estaban completamente a oscuras. Por eso Jesús se acerca a sus amigos. Esta aparición a los apóstoles es un gesto de amistad y también un paso más para el nacimiento de la Iglesia.

Al decir que esta aparición de Jesús a los apóstoles es un paso más en la fundación de la Iglesia, no se debe interpretar como si esta visita de Jesús a sus apóstoles fuera una especie de reunión de directorio, una sesión de trabajo; es una reunión de amistad, una confirmación de su Resurrección, necesaria como fundamento de la Iglesia que El estaba estableciendo. Jesús Resucitado necesitaba encontrarse con sus amigos, y sabía que sus amigos lo necesitaban, estaban en emergencia, había que confirmarlos en la fe, que ellos implantarían en la Iglesia. Y allá va el Señor para estar con ellos, para que recuperasen el ánimo; estaban tan por los suelos.

Por tanto, quería consolidar las bases ya concretas de la obra que El había venido a establecer: la Iglesia como ejecutora de la salvación que El había ya realizado. Así en esta aparición se confirman los principales componentes de esta Iglesia. Y primero la fe en Cristo Resucitado. Por eso El se va a prodigar tantas veces: debe quedar bien asentado este hecho ¡Ha resucitado! ¡Es verdad! Sin eso no hay Iglesia. La Iglesia es un conjunto de creyentes, que establecen su vida y la apoyan en esta afirmación contundente ¡Cristo ha resucitado! Sin eso no hay Iglesia. La Iglesia es el conjunto de los testigos de Cristo resucitado.

Y este Jesús amigo, Resucitado, les empieza a explicar las Escrituras, y les hace ver cómo hay que entenderlas desde la perspectiva de su muerte y resurrección. Es también muy importante esto para el ser de la Iglesia. La Iglesia será la que custodie e interprete las Escrituras. Cristo se las explica a los Apóstoles, para que las entiendan. Y solamente se podían explicar viendo en ellas el anuncio de la muerte y resurrección del Mesías. La Resurrección es el hecho clave para hacer una lectura correcta de las Escrituras. Sin esa perspectiva, la lectura de las Escrituras es incorrecta. Y Jesús se las explica a los apóstoles (la Jerarquía naciente), para que ellos después las puedan explicar y hacer entender de la misma manera.

De hecho, los primeros discursos de los apóstoles en el libro de los Hechos de los Apóstoles, no contienen más que esto: que Jesús, es el Mesías, y que padeció, murió y resucitó según las Escrituras. Es prácticamente la lección que Cristo les da en esta aparición, y la misma que ha dado a los discípulos de Emaús a los que les iba explicando las Escrituras por el camino, y les decía cómo todo había ocurrido según las Escrituras. Es también muy importante para nosotros saber tener la Resurrección como orientación de la lectura y comprensión de los libros sagrados.

Además, para el establecimiento de la Iglesia, Jesús les repite la misión que ellos tienen: anunciar la conversión y el perdón de los pecados a todas las naciones. Los dones de la gracia, contenidos en los sacramentos con los que ellos deberán enriquecer a los demás; en este momento les habla del perdón de los pecados, después les hablará de todos los demás sacramentos. La Iglesia, como el conjunto de personas que cumplen esta misión, de predicar y realizar el perdón de los pecados y de distribuir todas las gracias contenidas en los sacramentos.

Todo esto es el sentido de esta aparición de Jesús Resucitado. Y que se irá completando en otros encuentros de Jesús con los apóstoles, en los días previos a su Ascensión a los cielos. Jesús está aún en la tierra cuarenta días entre la Resurrección y la Ascensión, completando los últimos retoques de la formación de sus apóstoles. Y preparándolos así para la venida del Espíritu Santo, en que ya recibirán la fuerza de lo Alto, para ponerse en marcha.

Esto da también un sentido a todo el hecho de la Resurrección del Señor. El Señor ha vivido sus 33 años en la tierra, ha realizado la Obra de la Salvación encomendada por el Padre. Y ahora El se va, pero la Obra debe extenderse en el tiempo y en el espacio, y aplicarse a los hombres de todas las razas. El está entregando a sus apóstoles tres cofres llenos de riqueza: el primer cofre, es la fe en Jesús Resucitado, el segundo cofre contiene un libro: las Sagradas Escrituras; y el tercer cofre: lleno con los sacramentos, la gran riqueza de la gracia de Dios. Este es su trabajo final, como hombre antes de volver al Padre; pero seguirá caminando con nosotros hasta el final de los tiempos.

P. Carlos Cardó, SJ